En una coyuntura de políticas orientadas a la modernización del Estado y a la economía del país que alentaban la inmigración de trabajadores extranjeros calificados hacia el Perú, se produjo el efecto contrario y no se obtuvieron los resultados esperados.

Esta muestra presenta que durante la década de 1920 hubo una demanda significativa de personal de servicio remunerado en contraste con aquel que, desde el siglo XIX, estaba presente en forma semi servil. Entre ellas se encuentran extranjeras de diversas nacionalidades dedicadas a labores del hogar: sirvientas o domésticas, cocineras, niñeras, gobernantas o amas de llaves, etc.

De las treinta mujeres con dicho oficio u ocupación, veintiséis declaran ser domésticas.
Según el Censo realizado en diciembre de 1920, se clasificaron algunos oficios u ocupaciones de acuerdo a la preparación o formación que implicaba un mayor status frente a otras ocupaciones. De acuerdo a la clasificación se destaca el rubro o sector de “Profesiones liberales” compuesto por periodistas, ingenieros, estenógrafos, mecanógrafos, secretarias y oficinistas.

Del grupo de mujeres migrantes con oficios y ocupaciones, encontramos a doce en total identificadas bajo este nombre. En su mayoría fueron norteamericanas, cuyas actividades: químico, siderúrgico, alimentario, respondieron a la influencia que los Estados Unidos desarrolló entre los años de 1920 a 1929, período de prosperidad económica.

Asimismo, la labor editorial tuvo gran desarrollo con la publicación de periódicos y revistas de diferentes especialidades a nivel nacional, junto con una mayor extensión del uso de la radio.
Uno de los sectores económicos más importantes durante el Oncenio del Presidente Augusto B. Leguía (1919-1930) fue el terciario, enfocado en el comercio de importación.

Este hecho puede ser comprobado a través de los avisos publicados en la prensa de la época, donde se registra la demanda por empleados y dependientes para la atención del público consumidor.

Aunque del total de población de mujeres seleccionadas para la muestra sólo existe un porcentaje menor dedicado al comercio, apreciamos que la participación fue bastante activa y con perspectiva empresarial en algunos casos, pese a no consignarse información detallada al respecto.

La experiencia de María Wong y hermanas, dueña de una casa de importaciones de artículos de moda para mujeres, constituye un ejemplo que debe destacarse, aun cuando sea la excepción frente a numerosos negocios menores.
La producción textil cobró auge durante la década de 1920, aunque ya desde fines del siglo XIX se pudo apreciar la aparición de fábricas en algunos sectores de la ciudad y sus alrededores, como es el caso del pueblo de Vitarte.

Cabe recordar que los pequeños talleres que cubrían demandas de otro tipo, siempre presentes, fueron adquiriendo importancia.

En la información consignada para esta muestra, se observa que una de las catorce secciones, “Industrias y artes manuales”, ocupa el sexto lugar con 43 mujeres de una población de 2020. Conforman este grupo modistas, costureras, lavanderas, una industrial, una sastre, una peluquera, una mecánica y una aparadora.
Una de las ocupaciones más notorias que se observa en la población femenina migrante fue la prostitución o labores del sexo. Sobre la prostitución muy poco se había normado hasta la regulación establecida por la autoridad policial chilena durante los años de la ocupación de Lima (1881-1883), la cual ordenó la reubicación tanto de las «casas de tolerancia» (prostíbulos) como las viviendas habitadas por las meretrices en caso de ocupar calles centrales de la ciudad. Esta práctica no pudo ser continuada por las correspondientes autoridades peruanas debido a la decidida oposición de la fiscalía general, que buscaba, en cambio, su prohibición.

No sería sino hasta el Decreto del 22 de mayo de 1905 sobre licencias y multas especiales de policía, presentada originalmente por el recaudador chino Wai Lang, donde se establece que las subprefecturas lleven un registro de las meretrices de los prostíbulos y de todo local destinado al mismo objeto, clasificándolas de acuerdo a su importancia y disponiendo su ubicación en las calles terminales de la ciudad. Años más tarde, el 18 de setiembre de 1912, se expide recién un Reglamento de Prostitución Pública de Lima, conteniendo las disposiciones mencionadas.

Los libros de Registro de Inmigrantes constituyen una fuente de primera mano que permiten reconstruir un panorama de la prostitución en la Lima de la década de 1920 desde la perspectiva de las mujeres extranjeras. Estos registros contienen sus nombres, nacionalidad, edad, estado civil, número y fecha de pasaporte, procedencia, fecha de ingreso, domicilio, sus retratos y sus firmas. De los ocho libros revisados, un total de 218 (10.8%) declararon tener la ocupación “meretriz, prostituta, labores del sexo y dama de compañía”. La nacionalidad predominante de este número de meretrices es la polaca (62), seguido por las francesas (45) y en tercer lugar, las rusas (24). El 92.2 % de estas mujeres tuvieron de 20 a 39 años de edad, siendo el grupo quinquenal más resaltante el de 30 a 34 años (35.8%), seguido del grupo de 25 a 29 años (29.4%). La mayoría de ellas fueron solteras (172), 35 casadas, 6 viudas y solo 5 mujeres no declararon su estado civil
En una época en que la sociedad no favorecía la instrucción femenina, así como la carencia de universidades que la permitieran, surgió una peculiar demanda de la enseñanza de idiomas, fundamentalmente el inglés, requerida por empresas y/o comercios estadounidenses asentados en nuestro territorio. Esta demanda fue cubierta en gran medida por profesoras extranjeras; prueba de ello son los datos consignados en los libros de migraciones en el Perú.

Asimismo, su destino también lo constituyeron diversos colegios de educación básica, de origen privado local o extranjero, pues la existencia de una mayor cantidad de parejas y matrimonios extranjeros con hijos generaron una renovada demanda de institutrices y de mujeres cuidadoras de niños.

Cabe señalar que son 34 mujeres las que registraron ocupaciones pertenecientes a “instrucción y educación”, que figura en el séptimo lugar respecto a las otras secciones de la muestra trabajada. Entre ellas veintiuna profesoras, pedagogas, preceptoras e institutrices, y trece registradas como estudiantes y colegialas.
El grupo de “Empleadas de gobierno y administración, militares y personal de culto” según la clasificación del Censo de 1920, está integrado, entre otras ocupaciones, por las religiosas. La muestra recogida destaca dentro de este grupo un total de 38 religiosas entre los 20 y 57 años de edad, procedentes de España, Francia, Italia, Estados Unidos, México y Ecuador. Las religiosas declararon en sus registros como “residencia” el Colegio de Jesús, el Hospital Italiano, el Convento Santa Teresa, el Monasterio de las Descalzas, el Colegio San Andrés y el Colegio de los Sagrados Corazones “Belén”.

Este último es el primer centro educativo particular religioso para mujeres del Perú. Fue fundado el 19 de marzo de 1849 y dirigido por tres religiosas francesas de la Congregación de los Sagrados Corazones que desembarcaron en el Callao en 1848. Desde el año de 1851, el colegio ocupó el antiguo convento de los Mercedarios. Posteriormente, a consecuencia del incremento de la población, el colegio se traslada a su nuevo local que se encuentra en el distrito de San Isidro existente hasta la actualidad.

En los Libros de Registros de Inmigrantes N° 80 y N° 82 se encuentran consignadas cuatro religiosas del colegio de los Sagrados Corazones “Belén” que llegaron al Perú en la década de 1920: 1. Sor Genoveva Cueva (Ecuador); 2. Martha Marie Dubois (Francia); 3. Francine Gautier (Francia); y 4. María Estelle Touzé (Francia).